Fumaba despacio y el otoño por la ventana asomaba sus ondulaciones ocres, árboles de un extrarradio soleado, era Madrid pero no me acuerdo dónde, yo entrevistaba en su casa a Pablo Guerrero para un documental (El oficio de cantar) y él fumaba con la sabiduría de quien ha atravesado todas las tormentas, Me contó que cuando ganó un premio en el Festival de Benidorm 1969 (con Amapolas y espigas) y le ofrecieron grabar un disco, se dio a la fuga, le buscaban pero él dudaba si emprender el camino de la música, quizá, creo recordar, huyó a su pueblo, Esparragosa de Lares, en Badajoz. Luego regresó a Madrid, donde estudiaba Filosofía, y decidió dedicarse a cantar y vendría la gloria del Olimpia y aquel álbum mágico que tituló Los momentos del agua. Aquella mañana soleada, aquel instante en medio de aquel otoño de 2012, Pablo Guerrero fumaba despacio y hacía el relato de una vida de poeta que, desde lejos, parecía haberle otorgado la felicidad.
El caso es que se ha muerto Pablo Guerrero y toca llorar a un hombre bueno, a alguien que jamás quiso aplicarse en la vileza de la pelea por el éxito, aunque no hay duda de que, a su manera, fue un ganador. Un grande. Es como lo que decía Sabina sobre Javier Krahe: “El que ha triunfado es él”. Pues eso.
Naturalmente que nos hubiera gustado que Pablo Guerrero hubiera vendido más discos y sonado más en la radio y todas esas cosas.
Pero no caigamos en la trampa del resentimiento porque Pablo Guerrero no era así. Acordémonos de sus canciones, volvamos a escucharlas, no hay otro homenaje posible.
Fue un icono barbado de la Santa Transición española, cantor de una Extremadura de profundos silencios, moderno por obra y gracia de Suso Saiz, clásico siempre, imprescindible, con la elegancia propia de esos hombres de campo que se ponen traje para venir a la ciudad y parecen ministros
Un tipo entrañable.
Una de sus canciones, Evohé, es un sutil manual de esperanza para tiempos tenebrosos.
“Si te aburres tanto como en noche de bodas, evohé.
Si oyes rumor de naves y batir de olas, evohé
Si roncan tus pulmones como una tubería, evohé
Si el ángel de tu vida no llegó todavía, evohé”
Evohé, según la RAE, es el “grito de las bacantes para aclamar o invocar a Baco”.
Brindemos por Pablo Guerrero, que se fue a buscar a Moby Dick por los procelosos océanos de un otoño eterno.
Evohé, querido Pablo.
DANIEL SERRANO
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