Más allá de su carisma como actor (con un talento quizá no exactamente shakesperiano pero talento al fin y al cabo, qué demonios) Robert Redford representó el progresismo optimista de Hollywood surgido de la convulsa década de los 60.
Robert Redford hizo junto a su amigo Sidney Pollack películas de izquierdas que disfrutaba un masivo público no ideologizado y ahí están Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972), Tal como éramos (1973) o Los tres días del cóndor (1975). Y en pareja con Jane Fonda participó en ese clásico que es La jauría humana (1966), con guion de Lillian Helman, la mujer que amó a Dashiell Hammet y le acompañó durante sus días en prisión, durante la caza de brujas anticomunista del senador McCarthy.
Robert Redford era un activista convencido y creía que el sistema podía reformarse, como pensaba su personaje en Brubaker (1980), y poseía esa luz vibrante del liberalismo entendido como defensa a ultranza de la democracia y la justicia. El verdadero sueño americano resumido en esos dos periodistas casi novatos haciendo caer a Nixon, tal y como veíamos en Todos los hombres del presidente (1976).
Robert Redford fue una estrella de inmenso fulgor, adorada por la masas, pero jamás renunció a su militancia en una izquierda de maneras exquisitas y buenos modales.
Ha muerto en su rancho de Provo, en Utah, a los 89 años y se ha ido en el momento adecuado, cuando el progresismo optimista que él representó ya no es posible.
Retirado del cine y la vida pública desde 2016 (salvo un breve cameo en junto a George R. R. Martin -sí, el autor de Juego de tronos– en la serie Dark Winds) su opinión sobre Trump, el genocidio en Gaza o la deriva autoritaria global no ha podido oírse.
Su mundo ya no era este.
Robert Redford vivió los momentos de gloria de una izquierda que no pudo hacer la revolución pero cambió las mentes y las estructuras sociales. Vio como Estados Unidos retiraba a sus tropas de Vietnam, y a dos Kennedy caer bajo las balas y la muerte de Martin Luther King y Malcolm X pero también la Ley de Derechos Civiles y los avances del feminismo y el movimiento ecologista. Llegó Reagan y su revolución conservadora pero el progresismo permaneció y muchas conquistas se preservaron.
Hoy la situación es muy distinta.
Donald Trump ha lamentado la muerte de Robert Redford: “Era un grande”.
Si, lo era.
DANIEL SERRANO